martes, 29 de abril de 2008
Técnicas culinarias y mucho más con Dieter Taurer
viernes, 25 de abril de 2008
El IPG en concurso gastronómico por el Año Internacional de la Papa
El verdadero propósito del evento era rendi
miércoles, 23 de abril de 2008
Un chasqui en el siglo veintiuno
La papa es un producto mundial. Está en todos lados. Es difícil imaginar una gastronomía sin la papa frita por ejemplo, y países de primer mundo como Holanda, Alemania, Polonia o Rusia, no serían lo que son hoy sin la papa, que ayudó a soportar la hambruna en épocas difíciles. Pero el Perú tiene un plus. Es el país con mayor variedad de papas en el mundo, y la historia se ha encargado de contar que el nacimiento de este bondadoso tubérculo ocurrió en nuestras tierras. Por ello, la designación del “Año Internacional de la Papa” nos afecta directamente. Se vienen realizando distintas actividades y con el correr del calendario aparecerán muchas más. Una de ellas es la de Felipe Varela, el popular “Chasqui”. Él se ha propuesto recorrer a pie los siete mil kilómetros del Qhapac Ñan, antiguo camino Inca que fue un gran sistema vial, base de su organización económica, y que integra a miles de pueblos y comunidades ancestrales de seis países andinos, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Argentina y Chile.
En palabras del Chasqui, su recorrido, además de dejar en alto el nombre de la papa y de paso, colaborar con el crecimiento de la gastronomía y el turismo en el Perú, tiene objetivos puntuales. Estos son: Transmitir oralmente experiencias e iniciativas de desarrollo comunitario; resaltar la pluriculturalidad de los pueblos andinos; posicionar al turismo comunitario como una alternativa económica para la generación de empleo; fomentar los deportes de montaña y cuidado de nuestra montaña a través de circuitos y rutas de trekking en los seis países; integrar a los pueblos andinos, con una visión de paz, equidad y complementariedad; y revalorar la tradición de los grandes caminantes andinos, los Chaskis, y de nuestros perpetuos arrieros.lunes, 21 de abril de 2008
¿Cocinero o Chef?
Se ha generalizado una idea en el imaginario colectivo: ser Cocinero es menos prestigioso que ser un Chef. El Cocinero es descalificado por haber aprendido su oficio en un mercado o en un restaurante. Invalidado por ser un migrante que no tenía opción de hacer otra cosa para sobrevivir. No fue gente talentosa ni sensible, tampoco fueron los genios del fuego que crearon un plato como el chupe de camarones o un Juane amazónico.
Por eso no se dimensiona el hecho de que el antiguo peruano entendiera el mundo desde sus insumos y que construyera una civilización alrededor de la papa y el maíz. Que asentaron su carácter con los picantes de sus ajíes y conocieron de física, química, hidráulica, arquitectura y organización para domesticar sus productos en distintos pisos ecológicos. Sí, nuestra civilización fue un acto culinario.
Fueron cocineros los chinos coolíes, que en algún momento de nuestra historia crearon nuestro querido Lomo Saltado y los Chifas de todo el Perú. Fueron las manos de cocineras negras quienes prepararon los Anticuchos, los Chinchulies, la Pancita y la Chanfainita, las cocineras moras quienes probaron sus masas fritas hasta llegar a los Picarones y bautizaron a sus dulces de olla como mazas-moras. Así también fueron cocineros italianos quienes prepararon su ministroni que pasó a ser nuestro querido menestrón. Pero lástima, sólo fueron cocineros y cocineras.
Una innegable evidencia de nuestra baja autoestima, se da cuando nos negamos. Ni siquiera cuando la cocina peruana es uno de los mayores orgullos nacionales, somos justos con ella. A la anticuchera (cocinera) le pedimos su “secretito” y al Chef le preguntamos deslumbrados sobre su “técnica”. Nos sorprendemos cuando un sommelier descifra sabores y aromas transatlánticos dentro de una copa, pero no así, cuando una cocinera serrana, separa veinte variedades de papas en pocos minutos, para distintas preparaciones. Y el término serrano nos parece agresivo, pero no nos hubiese parecido si se decía cocinera costeña. La cocina criolla te cae mal si la comes de noche, por eso al turista es mejor llevarlo a comer carne a la parrilla (y ello de noche, no le caerá mal). No pagaríamos por una carapulcra, lo que pagamos sin protestar por una ensalada mediterránea, sabiendo incluso que es mucho más económica en su preparación. Hace unas semanas leí en una prestigiosa revista local, como su editor nos homenajeaba “…país del cebiche y del lomo saltado, del ají de gallina y del Alka-Seltzer… en un mundo babeante de carbohidratos, especias y grasas llamado, a la sazón, cocina peruana”. Hace poco en una entrevista a un Chef peruano, este decía que nuestra cocina es incipiente y carece de técnicas y que parte de su trabajo es darle un mejor nivel.
Negarnos la técnica es negar la intervención del ingenio de nuestra cultura y algo peor, es asumir que necesitamos importar técnicas para internacionalizar a nuestra cocina. Qué poco sabemos del proceso francés, del italiano, del chino o del español. Donde los apóstoles de sus afamadas cocinas se encontraban en el campo y que su paso a los grandes restaurantes, sólo se pudo dar cuando se reconocieron dentro de una gran cocina. Para recién a partir de ello ir a registrarla a los mercados, a las casas y recibir la unción de sus cocineras inmortalizadas en recetarios sagrados. Nuestra cocina es importante por los miles de cocineras y cocineros que ensayaron y erraron, que mezclaron y acertaron, pero no en dos décadas, sino en siglos.
Es por ello que, siguiendo esta forma tan particular de racismo llamado auto racismo, es que se prefiere ser Chef y no Cocinero. Y que los anuncios citados anteriormente apelen a nuestra capacidad de discriminar o de ser discriminados, prometiendo al término de la carrera, la consagración. Como si un cadete de la escuela militar se recibiera de general, o un estudiante de derecho, de fiscal de la nación.
Un cocinero debe amar su profesión por lo que ha significado en la historia del ser humano. Si “somos lo que comemos” los cocineros no sólo han plasmado nuestras comidas sino también a nosotros mismos. Además los cocineros, desde siempre, han delineado la red de nuestras relaciones sociales, nuestras tecnologías, las artes y las religiones.
No se puede llegar a ser jefe de una cocina (Chef) sino se ama ser cocinero, y no podemos ser cocineros de verdad, si es que no nos comprometemos con quienes nos entregaron este legado. Toda la cadena virtuosa que va desde el productor que cría sus insumos y los vende en las ferias y mercados, a los cocineros y cocineras anónimos que, a través de nuestras madres y abuelas culinarias nos marcaron para siempre. La cocina peruana necesita cocineros sin prisa, pero con memoria. Sólo así recién se entenderá que los cocineros podemos cambiar el Perú.
Andrés Ugaz
Cocinero, por supuesto.
viernes, 18 de abril de 2008
Un poco de arte, mucha sensibilidad
no la requieren tanto, pero sin duda existen otras que la necesitan con urgencia. La cocina es una de ellas. Un cocinero sin sensibilidad, sin ese plus que permite interpretar sensaciones más allá de los ojos, no puede ser completo. En la elaboración de un plato por un cocinero se esconden historias, anécdotas. Brotan costumbres y la educación de casa. Y también hay arte, cualidad innata que va de la mano de la sensibilidad.
imnasio. Brota su incomodidad. Ellos no sueñan con esos lugares. Por eso quizás aparece en algún momento una frase que dice: “Cuando aumenta el privilegio, también aumenta la responsabilidad”. Los rostros de esos dos personajes reflejan también, conformismo. Los muchachos mayores tienen un brillo distinto en los ojos. Aún hay capacidad de lucha. Aún hay ganas (tal vez de emigrar). Y las pequeñas tienen esa dulce inocencia de la niñez que permite una sonrisa y las ganas de jugar aún en la precariedad (casi sonríen en algunas fotos), aún en el más incierto futuro de sus paisajes, llenos de vacas y terrenos agrícolas que no les rinden lo que deberían rendir, por la más pura desigualdad con la que está hecho nuestro país. miércoles, 16 de abril de 2008
Los alumnos en acción
Jiancarlo Arcasi y Angie Franco realizando sutiles cortes en el curso Cocina Peruana de la profesora Coniee Sotero.
Eduardo Espichán trabajando con el cuchillo.
En un rato de relajo, Víctor Santa María posa con Katy Marroquín, demostrando el buen ambiente que se vive en el IPG.
Conociendo a nuestros alumnos
El propósito de todas nuestras publicaciones virtuales es la retroalimentación con los alumnos. Que ellos noten que son los verdaderos protagonistas. Las líneas que siguen recogen algunos testimonios de nuestros primeros alumnos. Aquellos que abrieron con nosotros un camino que esperamos sea provechoso, tanto para ellos como futuros profesionales en cocina, como para nosotros como institución.
Felipe Carracedo (izquierda) fue uno de los primeros alumnos en llegar. Cuando no está en las clases se lo puede ver por los pasillos del instituto escuchando música con su Ipod. Está muy a gusto, y rescata el trato cordial que hay con todos, “incluso con el director”, afirma. Otro de los pioneros es Adesh Osorio (derecha), quien no duda en decir “me gusta mucho la enseñanza en el instituto, y el ambiente que se vive es muy bueno”.
Rodrigo Zambrano forma parte también del primer grupo de alumnos del IPG, y dice que las clases están bastante bien. “Curar ollas en el curso Cocina
A veces la carrera que uno elige es muy difícil de
A Sofía Sánchez le encanta el curso de Técnicas Culinarias con el profesor Dieter Taurer. Dice que se siente cómoda en la cocina y que además, se leva muy bien con Víctor, el jefe de almacén del IPG, que colabora en ese curso. En cuanto al futuro, a primera impresión se ve fuera del Perú. “Quiero terminar la carrera para luego irme a Holanda, donde mi tío tiene un restaurante, y mi meta es trabajar ahí”. Sabemos que si continúa con el empeño mostrado, podrá conquistar los paladares holandeses con la sazón de nuestra culinaria.
Algunos alumnos han manifestado que su gusto por la cocina les viene i
lunes, 14 de abril de 2008
El IPG cuenta con un campeón del mundo
viernes, 11 de abril de 2008
Inolvidable, Pedro Miguel Schiaffino en el IPG
cierto reconocimiento (en el rubro que sea), obtiene un valor que lo diferencia del resto si es humilde, si no tiene poses de estrella. Y Pedro Miguel representó eso desde el momento en que pisó el IPG. Pinta de tablista, su look va un poco en contra de lo que se tiene establecido en un chef de alcurnia. Pelo algo largo, pantalón verde militar juvenil y sandalias “tipo surfer”. Pero se metió al bolsillo al público desde que se colocó el mandil, y empezó a cocinar, y sobre todo, a dialogar, a aconsejar, a compartir su talento.
estaca su segundo puesto en el “Primer Campeonato Mondiale sul Tonno di Qualitá, Italia”. Y ha cocinado para los Reyes de España en su última visita al Perú. Luego de un viaje por Iquitos, se deslumbró con los insumos de nuestra amazonía, y empezó su ruta como propietario de su querido “Malabar Restaurante & Bar”. En él destacan platos que realzan la riqueza de nuestros ingredientes nativos, y su propuesta incluye una mixtura de las raíces peruanas con influencias latinas. Los platos de Pedro Miguel se renuevan constantemente, y sorprenden por su innovación.
zúcar, sal, jugo de tiradito y crema en base de cocona, fruta amazónica. Un manjar. Mientras elaboraba los platos ofrecía técnicas y tips. Salar el pescado siempre. El hielo como ingrediente esencial, ya que dora los insumos y coloca al pescado siempre frío. Decorar el jugo con culantro (él utilizó uno que sólo se encuentra en nuestra amazonía). Y después repartió secretos. “Deben tener buenas costumbres, si no las cambian ahora, no las van a cambiar nunca”. Es importante la higiene, siempre hay que limpiar la tabla. El cuchillo en el cocinero es básico, es una extensión de la mano. El corte del pescado debe ser sutil. Y los platos se sazonan en varias etapas, probando siempre, algo que se adquiere con la experiencia, ya que, como dijo, “los platos no son estáticos, evolucionan contigo”. 
jueves, 10 de abril de 2008
Recorriendo el mercado de Chorrillos
Todos los mercados del Perú tienen su encanto. Sin importar la región o el clima, nuestro país cuenta con esos espacios populares llenos de abarrotes, bolsas plásticas, productos y ese perspicaz orden de los vendedores que se abre camino entre los más inconfundibles aires del desorden. En Lima los mercados son “pan de cada día” en los sectores populares. Chorrillos, distrito gastronómico e histórico, lógicamente, tiene su mercado. Cerca de la comisaría en la avenida Huaylas, se abre camino conquistando cuadras y cuadras, y no hay momento del día que no tenga gente.
Las verduras en Chorrillos las encuentras a precios cómodos en el puesto de la Gringa. Una señora risueña que cuando le pedimos su nombre, dice únicamente la Gringa. Es muy tímida y no mira jamás al lente de la cámara, mientras despacha bolsas grandes llenas de choclos, pimientos, zapallos, zanahorias…
Hay puestos inimaginables para un comensal engreído y vetado para la cocina, como el que escribe este artículo, pero que son fijos en la lista de compras de la mayoría de caseras en Chorrillos, como el de los condimentos. Destaca el de Felipe Villalobos, un joven “bien papeado” que no se hace problemas al momento de la foto. Su puesto alberga salsas que no estamos en capacidad de reconocer pero que sin duda le han puesto sabor a nuestros hogares desde siempre.
Otro de los puestos “raros” para un aprendiz de casero es el de Norma. Ella, parcamente, dice que vende de todo, y no está de humor para fotos. Para el recuerdo quedarán esos baldes llenos de polvos de color crema que obedecen al nombre de macas o trigos tostados; kiwicha, soya o quinua molidas; harina de plátanos, cereales, algarrobos, etc.
En un sector distinto al de Felipe Villalobos está el puesto de Roxana Chacaliaza, dedicado también a la venta de condimentos. Ella tiene la dulzura de una abuela joven, o la de una de esas nanas que educaron a generaciones de peruanos mientras sus madres trabajaban o hacían cualquier cosa, y que son inolvidables. Como Roxana y su amable sonrisa. Como su tono de voz al momento de decir que lleva más de un año trabajando en el mercado, y que está muy agradecida por ello.
El pollo es un alimento clave en las familias del Perú. Chorrillos aloja muchos puestos avícolas en su mercado. Rescatamos “Avícolas El Pingüino”, de Angie y Heiner, una pareja que convive con pollos y gallinas y que sonríe sin dificultad a la cámara. El detalle es que cuando los pollos son muy grandes, mientras cuelgan resignados e inertes, es muy difícil encontrar la cabeza de los vendedores.
Infaltables en un mercado las juguerías. Esos espacios pequeños y casi siempre adornados con mayólicas frías y blancas, que con el aroma de las frutas frescas y el sonido de la licuadora ofrecen el paisaje perfecto para la degustación de jugos que no se pueden imitar en el hogar. El puesto que escogimos para la foto fue el de la China y Jessica, madre e hija, que casi no se pueden apreciar por la consistencia de su espacio. Y lo de siempre, surtido, naranja, papaya, fresa con leche; ensaladas de frutas, kekes, yogurt natural, sánguches.
Para cerrar con broche de oro nuestra visita al mercado, encontramos un puesto típico en Chorrillos. Un puesto que no tiene esquina, que no cuenta con vecinos, que no se cubre del sol ni del frío. El tradicional cebiche de a sol, de José Estelo. Con una carretilla como vehículo, no se cansa de despachar, aprovechando los últimos rayos de sol, fuentes y fuentes servidas en platos descartables de cartón. Una radiografía del Perú.
miércoles, 9 de abril de 2008
Demostración de cocina en Plaza Lima Sur
martes, 8 de abril de 2008
Maestras artesanales de cocina
La gastronomía es un orgullo del Perú. Es quizás el único tema que nos permite discutir con aires de triunfo ante el mundo. Pero esto no ha ocurrido de la noche a la mañana ni por que uno o dos chef reconocidos le hayan puesto la puntería. La gastronomía en el Perú tiene historia. Y se ha hecho grande sobre todo gracias a gente sin rostro, a cocineros o cocineras que en el más puro anonimato han ido moldeando recetas y transformando sabores, trasladándolos, con el lenguaje oral como aliado, a distintas generaciones.
El IPG, instituto comprometido con la cocina peruana, en su lucha por darle validez a esa gente, ha creado el certificado de maestras artesanales de cocina, dirigido sobre todo a cocineras de comedores populares de Lima. La tónica será un taller que durará seis meses, y cuyo objetivo está en incrementar sus posibilidades en el mercado laboral, y sobre todo, reconocer su importancia como portadoras de conocimientos que han hecho de nuestra cocina una de las más grandes en el mundo.
drés Ugaz. En él las cocineras probaron las técnicas para la preparación de dos platos “bandera” en nuestra cocina, el lomo saltado y la causa limeña. Fuera de la elaboración de platos, que estuvo brillante, se vivió un ambiente de confraternidad, donde las cocineras disfrutaron de buenas recetas, técnicas novedosas y de un trato amable, en un espacio amplio y con todas las comodidades. Algunos de los alumnos del IPG también participaron del evento, y no dudaron en dar una mano en la preparación de los alimentos.
Realizar un taller cuyo objetivo sea enseñarles a las cocineras a preparar platos es en vano. Suena a falta de respeto además. Está claro que el objetivo del certificado de “Maestras artesanales de cocina” es devolverles el crédito que estas señoras merecen por haber enriquecido nuestra cocina, y al mismo tiempo, nuestra vida. Por ello el lema: “Queremos aprender de ti”. Fue un buen inicio. Las sonrisas sinceras de nuestras maestras al final de la jornada, así lo indicaron.
