jueves, 8 de mayo de 2008

Para conocerlo mejor

Como parte de las actividades extracurriculares del IPG, nuestros alumnos reciben la visita de distintos chefs del medio, que entre platos, recetas y secretos, les ofrecen un rato muy provechoso para su formación. A veces, los mismos alumnos acuden en búsqueda de ese chef. Y se trasladan hacia su lugar de trabajo. Esto ocurrió con Gonzalo Angosto, cocinero contemporáneo de Gastón Acurio, que conserva un perfil bajo en el medio gastronómico, pero cuyo talento es incuestionable. Lo que sigue es un breve perfil de su carrera, que sirvió para que los alumnos lo conozcan antes de visitarlo en el Country Club de Villa.


Un repaso por la carrera de Gonzalo Angosto


“Nadie es profeta en su tierra”, dicho famoso y archirepetido. El Perú es un país no muy acostumbrado a los buenos elementos, y sí muy apegado a la crítica y a la destrucción de efímeros dioses. En la gastronomía hablar de Gonzalo Angosto es tan importante como mencionar a Gastón Acurio, “gurú” de esa ciencia (si vale el término). Así como él, Gonzalo Angosto estudió cocina fuera del Perú. Lo hizo en la escuela de hotelería y turismo de San Pol de Mar, en Barcelona, en los años ochenta. Y a partir de ese momento empezó una apoteósica carrera en Europa. Haciendo analogía con el fútbol, debutó en las mejores ligas antes de jugar en el campeonato local.


Pese a que Angosto haya optado por el perfil bajo y la poca exhibición ante los medios, su trayectoria es brillante. Hizo prácticas profesionales en restaurantes de reconocida trayectoria, como el Arzac y Subijana, en San Sebastián, País Vasco; y en el famoso la Ciboulette, en Barcelona. Y luego pasó por distintos restaurantes calificados con una o dos estrellas Michelín (el mejor reconocimiento a nivel gastronómico). Luego de su experiencia europea, se mudó hacia el sudeste asiático, para trabajar en lugares como Bangkok, Singapur, Indonesia y Australia, donde perfeccionó su técnica y adquirió conocimientos en un sector del mundo aún inhóspito en esos tiempos para la gastronomía de lujo.


Después de ello decidió volver al Perú, y luego de dedicarse a facetas como la crianza de patos para la producción de delicatessen con ese animal, o a la apertura de restaurantes como “La Gloria”, encontró en el sector hotelero la consagración, aunque no mediática. Primero se le encargó la transformación del restaurante del Hotel Las Dunas en Ica, después el diseño de la cocina del Hotel Country Club, y luego llega al famoso Marriot, a trabajar como Chef Ejecutivo. En el Marriot se le abrieron los caminos, y fue enviado por esa cadena transnacional a difundir nuestra cocina por destinos como Quito, Munich y Río de Janeiro. Su última aventura en el exterior ocurrió en Costa Rica, donde participó de la apertura del Hotel Four Seasons, en la lujosa Bahía de Papagayo


Angosto regresó al Perú a seguir expandiendo su arte. Primero en la Universidad San Ignacio de Loyola, participando del ambicioso proyecto Gourmet Managment, restaurante-escuela donde los egresados de cualquier escuela de cocina podrán hacer una especie de postgrado en el manejo de restaurantes. Luego dirige la oferta culinaria del Refugio Viñak - Reichramingen, en la sierra de Yauyos, así como los cuatro lodges que componen el First Trans- Andean Lodge to Lodge Trek to Machu Picchu en la ruta del nevado Salcantay. Últimamente se encuentra diseñando y organizando las cocinas del Country Club de Villa, con espacios y estándares de higiene que no tienen nada que envidiarle hoy en día a cadenas hoteleras cinco estrellas, como Marriot o Ritz Carlton


Gonzalo Angosto no tiene un programa en la televisión. No sale mucho en los periódicos y no expone discursos gastronómicos en las mejores universidades del país. Pese a ello, carga sobre sus hombros una vasta experiencia. Se ha codeado con maestros históricos de la gastronomía a nivel mundial, y al parecer, en todo proyecto al que le inyecte su sazón, el sabor del éxito está garantizado. Un personaje digno de admirar. Aunque cuando camine por las calles del Perú, haya decidido pasar desapercibido.

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